jueves, 18 de agosto de 2011

Reflexiones de una agnóstica

Al fin Madrid parecía vestir los colores de la libertad. Después de la invasión de hordas de peregrinos que apoyan ideas retrógradas y pasadas de tuerca, en la Plaza de Tirso de Molina retumbaban consignas en favor la aconfesionalidad y en contra de la financiación pública de una visita eclesiástica dentro de un país constitucionalmente laico.

Sin embargo, los peregrinos, esos que han de amar al prójimo y poner la otra mejilla en caso de ofensa, esperaron en Sol a los manifestantes que criticaban la institución que los representaba. De hecho, no sólo esperaron en la Meca de la Spanish Revolution como un arrebato de onerosa provocación, sino que lo hicieron respaldados por una policía que se mantiene a flote gracias a los impuestos de los manifestantes.

Me parece desconcertante que tantos millones de personas decidan que tienen que ser otros los que marquen su moralidad propia, ya que no saber diferenciar entre el bien y el mal y escudarse en un ser divino para que sus enviados se lo expliquen es, ante todo, un insulto a la inteligencia. Sin embargo, quizás estos cristianos se dejan vencer por la pereza (que por cierto, es un pecado capital) de pensar, razonar y decidir por sí mismos qué es ético y  qué no, y como cada persona es libre de decidir cómo quiere vivir y a quién le vende su alma, no son justificables los insultos que ayer recibieron.

Me escandaliza que los que van predicando paz y bondad decidan tan alevosamente plantar cara a la manifestación provocándola, me horroriza que sean las fuerzas del orden las que secunden esa propuesta, pero me entristece que seamos capaces de entrar al trapo, porque la imagen que el mundo se llevará del laicismo español es intolerancia y batalla campal.

Ayer no nos manifestamos contra los peregrinos, por lo que caer en sus provocaciones les hizo andar un paso por delante de nosotros. Yo, como agnóstica, no necesito a Dios ni a Benedicto para que me adjudiquen una escala de valores, pero como buena pacifista que soy, creo que en este caso deberíamos haber puesto la otra mejilla.

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