jueves, 17 de mayo de 2012

Dios ahoga, y siempre al mismo

Los mercados se agitan señalando a España, las cifras del paro siguen disparadas, los recortes se multiplican, los impuestos se incrementan, los servicios sociales se desmoronan, los derechos sociales se dilapidan, la crítica constructiva se criminaliza, la corrupción se legitima y la sociedad se asfixia. Suena agorero, pero es la realidad Española: nuestro presidente del Gobierno, aquel endiosado que en noviembre se erigía como salvador de la patria, desdice la creencia de que Dios aprieta pero no ahoga. Dios ahoga, y siempre al mismo.


Hoy he leído en El País: "Los intereses de la deuda pública tocaron ayer niveles de derribo en parte por Grecia, pero en parte porque nadie se fía de las cuentas de los bancos". Tenemos que vivir en un mundo de muy locos para aceptar como válida la explicación de que "nadie se fía de las cuentas de los bancos" cuando la economía nacional está en peligro, especialmente porque el depositario, el cliente de la banca comercial y principal agente involucrado en ella, lleva años sin fiarse de los que "custodian" su dinero. 

En estos momentos la gran preocupación de la banca española y su motor desestabilizador es Bankia. Sin ir más lejos, se ha desplomado en Bolsa un 28% en lo que va de día, lo que significa que ahora vale un 70% menos que cuando comenzó a cotizar en julio de 2011. Hace 10 meses las acciones de Bankia tenían un valor de 3,75 euros, hoy ese valor no llega a los 1,2 euros. La pregunta es: ¿quién ha perdido dinero con este desplome?


El señor Rodrigo Rato, ex ministro de Economía en el Gobierno de Aznar, elegido a dedo por Mariano Rajoy para dirigir Caja Madrid, cerró su actividad en 2011 cobrando 2,34 millones de euros. Ahora, después de haber dejado a la entidad en una situación muy difícil, con un descenso del 70% del valor de las acciones, ha recibido una oferta de Bankia de 1,2 millones de euros para que no entre a formar parte de otra entidad. Pocas veces fue tan recompensada una mala praxis.


Si la cabeza pensante de la entidad y supuesto responsable de la catastrófica situación en la que Bankia se encuentra resulta beneficiado, ¿quién es, por tanto, el que pierde con Bankia? La respuesta es sencilla: los mismos de siempre. Para su salida a Bolsa, la entidad realizó una oferta pública de suscripción que atrajo a cerca de 400.000 pequeños inversores, la mayoría de los cuales eran clientes de Bankia. Es decir, que varios cientos de miles de personas que tenían ahorros en Bankia decidieron invertir en una firma que además de cobrarles comisiones por el mantenimiento de sus cuentas, ha hecho que pierdan parte de su dinero y, para más inri, han tenido que avalarlo de forma indirecta -en forma de impuestos que han ido a parar a la inyección pública para salvar a Bankia-, todo esto mientras la entidad es responsable de más del 80% de los desahucios que se producen en Madrid.


Dios ahoga, pero siempre al mismo. Quien realmente está pagando el pato de Bankia son pequeños ahorradores que decidieron invertir su dinero, dinero que se ha visto minado por la bajada de valor de sus acciones. Al mismo tiempo, se instaura el repago sanitario, se incrementan las tasas universitarias, se reduce el número de profesores en institutos y se aumenta el número de alumnos por clase, se reducen los presupuestos para Cultura, se suben los impuestos de los trabajadores y pensionistas y se realiza una amnistía fiscal para que gran parte del dinero recaudado (o recortado) vaya a parar a la entidad con mayor número de activos tóxicos (31.799 millones de euros en activos tóxicos, cifra que equivale al recortazo de Rajoy). ¿Y qué es lo que hace José Ignacio Goirigolzarri, actual presidente de Bankia, para comenzar a sanearla? ¡Contratar a dos nuevos directivos! ¿Y lo más jocoso de la situación? Que José Sevilla y Antonio Ortega podrán cobrar, según establece la reforma financiera de Luis de Guindos, hasta 300.000 euros anuales. Si esto no es esperpento, que baje Valle-Inclán y lo vea.

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