martes, 2 de julio de 2013

La eterna necesidad del enemigo común

A principios de la semana pasada leí que Arantza Quiroga, la líder del PP en País Vasco, pretende "condicionar desde dentro" el plan de paz para Euzkadi, y con estas palabras lo que quería decir realmente es que no se va a avanzar en el proceso de paz mientras ETA no acepte incondicionalmente las propuestas del Gobierno. 

Un par de semanas antes había dicho el PNV que ETA debería entregar las armas al pueblo vasco en un "acto simbólico de nunca más", pero en la prensa de Madrid (El País, El Mundo, La Razón, ABC...) las palabras "acto simbólico de nunca más" no aparecieron, sino que la noticia rezaba algo así como que el PNV pedía que ETA entregase las armas al Parlamento Vasco. Y esta semana TVE ha atribuido los atentados del 11-M a la banda terrorista ETA, sin mencionar la autoría de grupos yihadistas.

Desde que ETA anunciase el cese definitivo de la violencia y, semanas después, el Partido Popular se hiciera con el Gobierno de España, los pasos dados en el camino hacia la paz y la convivencia han sido más bien exiguos. Nos encontramos ante una situación en la que la ciudadanía anhela normalizar una realidad, los exterroristas quieren abrir el paso hacia la negociación política y, en su empeño por mostrar un enemigo común para así disimular sus propias carencias, el Gobierno eterniza un proceso que no llega. 

Independientemente de las razones argüidas por el Partido Popular para mantener sus fantasmas sobre la incertidumbre del proceso de paz, el primer paso que ha de darse para culminar una transición democrática es la entrega de las armas, y desde enero está esperando ETA a que el Gobierno le diga cómo, pero parece ser que Rajoy tiene proyectos más importantes que avanzar en la armonía de Euskal Herria.

La única lectura lógica que se me ocurre de todo esto es que el PP pretende seguir alimentando fantasmas para desviar la atención de lo que realmente importa, es decir, el desmantelamiento del Estado de Bienestar en España y la privatización masiva de servicios públicos, así como la inoperancia ante la crisis y la inexistencia de alternativas factibles que ayuden a los ciudadanos a superar las vacas flacas. Supongo que la estrategia popular es engordar el imaginario de un malo malísimo que lucha contra España para así potenciar el patriotismo equívoco de unidad centralista.

Desde luego, la libertad de expresión y de opinión es una máxima en los derechos humanos, y si los populares creen en la colaboración de ETA en los crímenes del 11-M, allá ellos. Lo realmente vergonzoso es que, después de un juicio con su correspondiente investigación y sentencia en firme en que se desvincula a esta banda terrorista de  los atentados, el ideario fascista del PP se plasme en la televisión pública hasta el punto de inculpar en exclusiva a ETA, sin citar siquiera a las organizaciones islámicas. Supongo que habrá gente que se lo crea, pero también existimos los que creemos que esto es un flagrante delito de abuso de autoridad, injurias, calumnias y, especialmente, televisivo terrorismo de Estado.

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