martes, 13 de mayo de 2014

En una democracia real, la muerte es muerte y no se justifica

Desde que asesinasen ayer a Isabel Carrasco, los comentarios que se leen por las redes sociales son de muy amplio espectro. Desde luego, no me alegro de la muerte de nadie, pero argüir que matar no es solución de nada en un sistema democrático se me antoja bastante populista.

Cuando una persona se mete en política sabe que, inevitablemente, su seguridad personal corre más peligro que si trabajase en otro sector. Si no, no existirían los escoltas. Si además se está dentro de la política ocupando diversos cargos, y esos cargos se compatibilizan con otros diversos cargos en la empresa privada (incluyendo la banca), resulta lógico que la inseguridad personal se multiplique. Igual es triste, pero es una realidad.

Lo que me resulta realmente deleznable es que se ponga el nombre de la democracia para defender que la violencia no es el camino de nada. ¿De qué democracia habláis?

En la "democracia" que nos ha tocado vivir, diversos organismos internacionales, ONG´s e incluso el Tribunal de Estrasburgo han dado un toque a España por la violación sistemática de los Derechos Humanos que ejercen las fuerzas de seguridad del Estado, y el Estado como quien oye llover.

En la "democracia" que nos ha tocado vivir, los indultos recaen, esencialmente, en banqueros, corruptos, estafadores y conductores borrachos que asesinan inocentes; y no, por ejemplo, en madres enajenadas que matan al violador que destrozó la vida de su hija.

En la "democracia" que nos ha tocado vivir (que según la alabada Constitución Española es un "Estado SOCIAL y democrático de Derecho"), el Estado permite que haya más de 3 millones de viviendas vacías y se ejecuten casi 200 desahucios diarios.

En la "democracia" que nos ha tocado vivir, es más probable ir a la cárcel por robar en un supermercado que por estafar 16 millones al erario público (ahí está Urdangarín, y aunque sobre la infanta Cristina existan sobradas pruebas que demuestran su implicación, al Fiscal General del Estado, repito, al FISCAL GENERAL DEL ESTADO, le parece aberrante imputarla).

En fin, que la muerte es muerte, y nunca se justifica... Pero basta ya de poner el nombre de una democracia que no existe para condenar este crimen. ¿Qué hubiera pasado si a Isabel Carrasco, en lugar de una opositora política (o como se quiera considerar a Monserrat Triana, la principal acusada), se la hubiera cargado su marido de una paliza? ¿Se hablaría tanto de democracia? Porque os recuerdo que la muerte es muerte, y nunca se justifica

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